Empecé a fotografiar la naturaleza porque me gustan esos momentos efímeros que sé que no volverán a suceder, en entornos idílicos y sobre todo la sensación de estar ahí para fotografiarlo. Cada vez que visito un lugar nuevo tengo la sensación de haber cumplido un sueño.
Nunca pensé que organizar viajes fotográficos a lugares de ensueño pudiera ser algo tan satisfactorio para mí. Me he dado cuenta de que no hay nada como hacer realidad los sueños de los demás, y es que eso es lo que sucedió en nuestro viaje a Islandia del pasado Octubre (2017). En este artículo voy a hacer un repaso de lo vivido en este viaje, mostrando fotografías de los lugares que visitamos, de los momentos irrepetibles que nunca olvidaremos, de la gente tan magnífica que tuve la suerte de dirigir por la isla. Así empezamos el viaje, con la primera foto de grupo en el aeropuerto. La cosa prometía y no había hecho más que empezar.
El viaje estaba pensado para hacer noche en Reikiavik y al día siguiente salir hacia la península de Snaefellsnes para fotografiar Kirkjufell, uno de los lugares más visitados y más bonitos de la isla. Durante los primeros días el tiempo estaba revuelto, cambiante, lloviendo a ratos, saliendo el Sol, lo que hizo que tuviéramos un festival de arcoiris completos, dobles, de todos los tipos.
El atardecer no fue nada del otro mundo, pero algo de color cogieron las nubes. No hacía nada de viento y esto nos permitió obtener unos reflejos perfectos de la montaña. Este lugar merece mucho la pena y por estuvimos mucho rato. Gracias a los filtros que llevo los asistentes al viaje pudieron conseguir efectos seda en la cascada, o largas exposiciones en las nubes.
El resto del viaje lo hicimos por la parte Sur de la isla, pasando por rincones preciosos como Thingvellir o la cascada con ese color azul turquesa tan característico llamada Bruarfoss. La verdad es que es una gozada ver las caras de la gente, caras de felicidad y perplejidad ante las maravillas con la que la naturaleza nos obsequia. La verdad es que el grupo se portó fenomenal y nadie puso pegas cuando decía la hora a la que había que levantarse para hacer el amanecer. En ocasiones valía la pena, en otras hacía frío y llovía, pero es que eso es lo bonito de la naturaleza, que es imprevisible. Unas veces te da y otras no.
Como no podía ser de otra manera, nuestro recorrido pasa por las famosas cascadas y el Geyser Strokkur. Hay que adaptarse siempre a las condiciones meteorológicas y de luz en cada momento. Esto es algo que trato de enseñar siempre en mis talleres. Siempre hay posibilidades fotográficas, aunque a veces no sean las que teníamos en mente. Cuanto más flexibles seamos mejores fotos obtendremos.
Una de mis cascadas favoritas es la de Skogafoss. Por el día hay bastante gente, pero siempre puedes esperar un rato a ver si se despeja o un momento donde nadie se acerque tanto como para hacer tu foto. Arriba hay un mirador y cualquier momento es bueno para hacerse una foto de grupo.
Otro lugar que me encanta es la playa de arena volcánica de Reynisfjara con sus rocas en medio del mar. Fue el atardecer más bonito de todo el viaje. Con nubes de tormenta en el horizonte mientras se ponía el Sol. Un espectáculo del que disfrutamos durante un buen rato.
Aquí es mejor si vas preparado con botas altas o un vadeador. Las olas son traicioneras y tienes que andar con ojo. Yo iba loco para arriba y para abajo, y apunto estuvo de cogerme una ola.
Y si no que se lo cuenten a Tatiana, de Pannei, que parecía que lo de las olas no iba con ella, jaja.
Nunca deja de de hacerme gracia el típico gesto que hacemos cuando disparamos la cámara. Es como acción/reacción, disparo y miro.
A lo largo del viaje fuimos viendo lugares que iban siendo los favoritos de cada uno. Cada uno tiene sus gustos y cada uno se llevará unos recuerdos inolvidables de cada lugar. Creo que no hace falta decir cual será uno de los sitios más bonitos de Islandia para esta chica, ¿verdad?
Pero a mí el lugar que de verdad me gusta es la playa de los hielos. Creo que pocas veces me lo he pasado tan bien fotografiando en la playa, y mira que he hecho unas cuantas. Pero la particularidad de esta es que en vez de rocas o arena (que también) son los hielos que te encuentras. ¿Qué opinas?
Pero al final, el sueño de cada uno de los asistentes al viaje a Islandia era ver las Auroras Boreales. Ya habían pasado varios días y cada vez quedaban menos noches para poder verlas.
Algo que digo siempre es que no es seguro al 100% ver las Auroras Boreales, y no porque no estén, sino por el tiempo. Si está nublado no se verán. Pero la actividad solar suele ser intensa e Islandia es uno de los mejores lugares del mundo para verlas.
Esa noche tuvimos la enorme suerte de verlas por primera vez y no os imagináis las caras de cada uno. Nunca se me olvidará la alegría que teníamos todos, pero también los nervios por conseguir la foto. Uno a uno les fui ayudando a configurar la cámara correctamente para que pudieran disfrutar de una noche mágica. Y sino, aquí os dejo con la foto de grupo con la Aurora Boreal.
La noche se pasó muy rápido y se nos hizo de día. Yo no tuve ningún problema en quedarme hasta el amanecer. Algunos se volvieron, pero los más audaces aguantaron y vieron salir el Sol.
Aún no se había terminado el viaje y nos quedaba por ver varios lugares espectaculares. Seguir aprendiendo fotografía con mis charlas que iba dando durante el día, incluso en el coche. Había gente con distintos niveles, y creo que todos consiguieron hacer fotografías que nunca habían soñado, aprendieron a manejar mejor sus cámaras y sobre todo fotografía. Esto les servirá en el futuro para seguir avanzando.
Los caballos Islandeses son preciosos y desde el primer día estuvimos esperando el momento ideal para parar y hacerles fotos. Esa tarde la luz era perfecta y el lugar ideal para parar.
Esa tarde viví un momento muy bonito, y eso que aún no sabía lo que se avecinaba. En una playa cerca de Vik pude disfrutar de una sesión donde estábamos todos muy cerca unos de otros, con lo que podía ver perfectamente qué fotos hacía cada uno y aconsejarles en cada momento.
Además, fue de los momentos más divertidos porque las olas, aunque eran mansas, al principio asustaba a la gente, temiendo por su equipo. Cada vez que venía una ola la gente se iba corriendo con el trípode en la mano. Al ver que yo lo dejaba y salía corriendo empezaron a ver que no había peligro. Las fotos salieron espectaculares, al poder captar la textura de la ola que cubría la playa.
Poco a poco se iba acabando el viaje con la satisfacción de haber hecho realidad los sueños de la gente que confiaron en mí para hacerlos realidad. Muchos lugares vistos, momentos efímeros, risas, sueño, cansancio pero alegría inmensa. Como decía una chica del grupo, no sé si me habrá salido bien o no la foto, pero el recuerdo está grabado en mis retinas.
Pero todavía quedaba lo mejor, para despedirnos la noche que vivimos fue irrepetible. Todo apuntaba a que íbamos a disfrutar de un espectáculo visual impresionante, y así fue. Antes de cenar salí del hotel y lo que me encontré en el cielo fue un arco verde que iba de un lado a otro.
El cielo se iba inundando de un color verde que lo iluminaba todo. Auroras Boreales por todas partes, daba igual hacia donde miraras. Las curvas que formaban y su movimiento te hipnotizaba. Sólo de pensarlo se me vuelve a poner la piel de gallina. Otra vez cundió el nerviosismo mezclado con una sonrisa tonta que nadie se podía quitar de la cara. No sé si alguien derramó una lágrima pero yo estuve apunto.
La noche fue mágica, íbamos de un lado a otro plasmando momentos con nuestras cámaras. El frío se hacía notar, pero seguíamos haciendo fotos.
Después de aquella experiencia no puedo dejar de recomendar a todo el mundo que debería ser obligatorio ver alguna vez en la vida una Aurora Boreal. Mis palabras son sólo palabras, y no creo que decir algo así pueda convencer a nadie, por eso pongo algunas fotografías para que veáis lo que yo vi, y aún y así no voy a conseguir transmitiros lo que yo sentí. A las fotos les falta el movimiento, la grandiosidad y la sensación de ser una hormiga ante tal fenómeno. Y sí, se veían así a simple vista.
Volviendo a lo que comentaba al principio. Hacer realidad mis sueños es algo maravilloso, pero hacer realidad el sueño de los demás no tiene nombre. Me siento orgulloso y muy satisfecho por haber hecho realidad el sueño de las 9 personas que venían conmigo, y ojalá puedo seguir haciéndolo.
Nadie debería morirse sin ver una Aurora Boreal porque sencillamente, no hay nada más bonito en este mundo.
Las ganas de volver y revivir estos momentos son enormes, por eso, en Octubre de 2018 he organizado un nuevo viaje a Islandia. Si quieres venirte conmigo puedes consultar toda la información del viaje en el siguiente enlace: Viaje fotográfico a Islandia – A la caza de Auroras Boreales