Hacía años que había estado en Pamplona, una ciudad pequeñita pero para mi gusto muy bonita. Allá por dónde vas puedes encontrar indicios de una de las fiestas más famosas de España, los San Fermines.
De hecho, el camino que siguen los toros cada día está marcado con una serie de carteles, en dónde te explican un poco la historia y aconsejan a los corredores.
Durante una semana, todos los días a las 8 de la mañana se dispara el chupinazo, que da comienzo al encierro de ese día. Horas antes, los corredores se preparan y encomiendan a San Fermín, con unos cuantos rezos, el canto típico a su santo y con los pertinentes estiramientos.
Aunque los San Fermines está repleto de eventos y actuaciones para que el público no se aburra, como son los conciertos, los deportes tradicionales vascos, fuegos artificiales y hasta un toro de fuego. Por supuesto, las corridas de toros no pueden faltar.
Miles de visitantes de otras ciudades de España y del mundo se apelotonan detrás de las barreras para presenciar el encierro. Algunos más intrépidos hasta se atreven a meterse dentro, eso sí, no está permitido entrar con cámaras de fotos, ni por supuesto borracho, aunque me parece a mi que esto último no lo tienen muy en cuenta…
La noche de antes de cada encierro hay otro evento que desconocía, llamado el Corralillo, que consiste en subir a los toros por la cuesta principal hasta sus cuadras, en plan encierro, eso sí, en esta ocasión no es posible correr delante de los toros, por lo que hay que conformarse con verlo detrás de las barreras, un poco incómodo puesto que son barreras dobles y apenas se ven.