La montaña más bonita: Matterhorn



El mundo está lleno de montañas muy fotogénicas que hacen las delicias de los fotógrafos. Viajamos a miles de kilómetros con el único propósito de hacerles un gran book de fotos. Cuando vi por primera vez una foto del Matterhorn no pude evitar añadir Suiza como uno de los destinos obligatorios.

Y lo más curioso es que la primera vez que estuve en Zermatt no fue un viaje a propósito. De hecho, yo estaba en Italia y ni siquiera me planteé ir hasta allí debido a la distancia. Finalmente surgió la idea de hacer una escapada fugaz, ir a pasar el día y volver.

Zermatt es un bonito pueblo Suizo al que no se puede acceder en coche, por lo que hay que aparcar en el pueblo anterior y coger un tren. Aquella primera vez me supo a poco, ya que solo estuve un día, así que el verano de 2018 incluí Zermatt en la ruta de mi viaje por Europa. Por cierto, la susodicha montaña tiene dos nombres ya que hace de frontera natural entre Suiza e Italia. Los Suizos lo llaman Matterhorn, y los Italianos, Cervino.

Me encanta fotografiar largas exposiciones cuando hay nubes atrapadas en la cima del Matterhorn. Es algo habitual debido a su altura, por no decir que en ocasiones no se ve la montaña por culpa de las nubes.

A diferencia de la vez anterior, en esta ocasión subí en el tren cremallera hasta Gornergrat y desde allí bajé andando todo el valle. La idea inicial era llegar por la tarde, hacer el atardecer y subir. Pero es Suiza, y el tiempo es imprevisible, así que aquella tarde estuvo nublado y llovía. Estuve durante 3 horas esperando a ver si se aclaraba un poco y podía volver a disfrutar de las vistas del Matterhorn, pero apenas vi la cima durante unos segundos.

El tiempo era malo así que el plan se fue al traste. No me fiaba de subir a casi 3.000 y acampar en plena montaña con ese tiempo, así que me quedé toda la noche en la estación de tren. Fue una de esas noches interminables, intentando pegar ojo y viendo series.

Tan solo un par de personas más se quedaron en el mismo lago toda la noche, también para hacer fotos.

A la mañana siguiente el cielo seguía nublado al amanecer, pero un poco más tarde se despejó y pude ver la cima. De hecho, se despejó tanto que desaparecieron las nubes (o se pasa o no llega). En la web oficial hay una webcam que muestra la vista desde Gornergrat y la verdad es que el manto de nubes era como una fina capa por encima de la cual sobresalía la cima del Matterhorn. El amanecer desde allí arriba tuvo que ser espectacular, pero a veces se acierta y otras no.

La subida fue rápida en el tren. Desde allí arriba las vistas son espectaculares. En el valle hay multitud de montañas de más de 3.000 metros. A partir de ahí fui bajando hasta el lago Riffelsee, lugar al que no pude llegar la otra vez. Los reflejos que se consiguen son espectaculares, siempre que el viento nos de una tregua.

El lago Riffelsee está cerca de un valle donde se puede observar la lengua de un glaciar. Las vistas son impresionantes, sobre todo si puedes fotografiarlo junto a la Vía Láctea

Después de dar una vuelta y explorar un poco descansé un rato. Tan solo había que esperar a que llegara el atardecer. Como suele pasar muchas veces, las nubes estaban en el sitio erróneo, pero a pesar de todo pude conseguir bonitos reflejos.

Lo bueno de tener un atardecer con el cielo despejado es que la noche va a ser propicia para fotografía nocturna. Imaginad el cielo que se ve a más de 2.500 metros de altura. Sin embargo, lo malo de no haber podido descansar la noche anterior me hizo mella, así que dormí a trozos. Después del atardecer fotografié la hora azul y me fui a dormir. Sólo dos horas, hasta que saliera la Vía Láctea. Cuando me levanté ya había salido y estuve más de dos horas haciendo fotografía nocturna, pero después me fui a dormir tres horas más para poder levantarme al amanecer.

La verdad es que este ritmo es una locura, y de normal habría empalmado, ya que no hacia nada de frío y el cielo era una pasada. El amanecer fue soso porque no hubo nubes, pero fue ideal para poder captar esa luz cálida de primera hora sobre el Matterhorn.

Una vez salió el Sol y la luz se fue haciendo cada vez más dura cambié de tercio, y estuve haciéndome unas fotos gracias a una idea que se me había ocurrido el día anterior al ver otra foto.

Lo bueno de viajar solo es que tienes libertad para hacer lo que quieras. Lo malo es que no puedes compartir esos momentos con nadie y que para hacerte fotos te lo tienes que currar mucho. Eso fue lo que tuve que hacer para poder fotografiarme al otro lado del lago. La idea era aprovechar que el Matterhorn estaba iluminado, pero el lago estaba en sombra, lo que me iba a permitir fotografiar mi silueta. A partir de ahí me puse a moverme, subirme a una piedra y dar saltos. Para poder hacerlo tuve que programar el intervalómetro de la cámara para que fuera haciendo fotos.

Con el paso de los años, estos ratos en los que me hago fotos a mí mismo son de los mejores recuerdos, son momentos divertidos y únicos. Yiiiiiija!

Sin duda, fue lo más divertido de la jornada.

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Sergio Arias

Fotógrafo profesional en Valencia

Fotógrafo especializado en fotografía de viajes, naturaleza y turismo.
Profesor de fotografía que imparte cursos de fotografía en Valencia y Talleres fotográficos de naturaleza. Realizo Viajes fotográficos para aficionados a la fotografía por todo el mundo.

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