Desde siempre quise viajar a Escocia pero siempre se cruzaba en mi camino otro destino. Quería poder vivir en primera persona esos paisajes de ensueño que tanto había visto en fotos y en la TV. Sin embargo, en esta ocasión sucedió al revés, y un cambio de planes de última hora hizo posible mi primer contacto con Escocia y las Highlands.
Mi viaje iba a durar solo una semana, de manera que cuando empiezas a mirar qué es lo que quieres visitar, sabes que te vas a dejar muchas cosas en el tintero. Por lo tanto decidí ir a los sitios más míticos y en viajes posteriores investigar nuevas zonas.
Aparte de naturaleza, estaba claro que Edimburgo sería la ciudad en la que me quedaría, tanto a la ida como a la vuelta. A mí me gusta fotografiar la naturaleza, así como los paisajes urbanos. Había visto que esta ciudad era preciosa, y tenía que comprobarlo.
El amanecer del primer día antes de partir hacia las Highlands fue inesperado. Tener un cielo raso en un país donde casi siempre está nublado no creo que sea muy habitual. Algunas nubes altas empezaron a ponerse de color rosa, junto al resplandor naranja en el horizonte hicieron de un bonito amanecer con el Scott Monument como protagonista.
Después de desayunar y dar una vuelta por el castillo tocaba poner rumbo al primer destino, el castillo de Kilchurn. Pero antes debía pasar por Stirling para fotografiar el monumento Wallace. Después de estar dando vueltas buscando el punto de vista adecuado, fue al volver al coche después de comer cuando lo encontré.
La atmósfera vivida en aquel castillo fue ideal, con un cielo nublado, la lluvia amenazante y niebla en el horizonte. Durante algunos segundos el agua estaba quieta, ideal para conseguir el reflejo del castillo. Recuerdo que no fue fácil llegar hasta la orilla, ya que había que atravesar un cenagal, así que imaginadme yendo y viniendo hasta encontrar el camino adecuado.
Aunque la parada principal del día estaba reservada para el atardecer, momento en el cual tocaba visitar Glencoe y su famosa cascada. Siempre digo lo mismo, las condiciones de luz y climatológicas que te encuentras la primera vez que visitas un lugar marcan muy mucho tu percepción. En este caso, el cielo estaba gris, soso, a punto de llover, el ambiente era desapacible y los midges me estaban comiendo vivo, así que no fue lo que más me gustó del primer día.